Cuál ha sido la sorpresa para muchos cuando, en medio del caos producido por el COVID-19 a nivel internacional, todos los medios de masas se han hecho eco de una “gran noticia”: la creación de la llamada “Internacional Progresista”, un proyecto impulsado principalmente por la organización europeísta DiEM25, fundada por Yanis Varoufakis y The Sanders Institute, liderada por Jane Sanders, con el objetivo aparente recuperar la coordinación internacional de la izquierda.
No es un proyecto que salga de la nada, ya en 2018 estas organizaciones llamaban a la creación de un frente mundial progresista, que contrastase el aumento del autoritarismo y el populismo en todo el mundo. Ese era su lema, una idea al parecer “legítima”, pero que como veremos en este artículo solo sirve para ocultar su verdadero objetivo: desintegrar y criminalizar cualquier movimiento revolucionario, defender el sistema capitalista y promover la conciliación de clases.
En primer lugar, centrémonos en saber qué concibe exactamente esta gente como “Internacional”. Según sus propias palabras no quieren que sea una internacional al uso, para ellos “no está restringida a ningún tipo de organización, ni a ningún tipo de lucha. Los partidos políticos no tienen el monopolio de la organización política, y una internacional del siglo XXI debe reflejar la diversidad de asociaciones en nuestras vidas. Es por eso que el objetivo del IP es reunir a todas las fuerzas progresistas, desde sindicatos y organizaciones de inquilinos hasta movimientos de liberación y publicaciones clandestinas, para contribuir a un frente común”.
Aquí ya podemos ver varios elementos que muestran claramente la decadencia que va a caracterizar todo lo salido de esta “internacional”, que de internacional tiene poco, y de revolucionaria más bien nada.
Quieren presentar como algo asumible la ruptura con la “vieja” estructura de las internacionales, en las que solo había un tipo de organización admisible, el partido obrero de cada país. Para entender esta estructura, vayamos al caso de la Komintern o III Internacional, que se convirtió en el Partido Comunista del proletariado mundial, un verdadero dirigente de los obreros de todo el mundo. Para entonces, solo había en la Internacional un partido (o más bien sección) por país, que se encargaba de cumplir con los objetivos de la misma. Pero esta estructura no era casual, ni un capricho de los revolucionarios: el Partido Comunista estaba formado por los elementos más conscientes del proletariado, representaba la vanguardia política y organizativa de los obreros, los dirigía en su lucha contra la burguesía. Su papel era dar un carácter transformador a todas las luchas del pueblo, unificarlas en la lucha por el socialismo, elevarlas políticamente. Sin Partido no podía ni puede haber internacional, ya que no existe organización alguna que garantice la unidad ni la consecución de sus objetivos.
Pero para los fundadores de la Internacional Progresista, la desaparición de partidos revolucionarios capaces de dirigir la lucha obrera y darle un carácter de transformación es algo prácticamente positivo. Por eso mismo, encontramos en sus participantes tanto partidos políticos, como sindicatos o colectivos de vivienda; quieren “juntar todo” para no conseguir nada, que “todos tengan cabida” para que solo el mayor oportunista de todos sea el que imponga los objetivos y las necesidades de la internacional. Un absoluto despropósito.
Este es su planteamiento, pero a pocos les sorprenderá viendo de quien proviene. A parte de su programa político, que analizaremos al final del artículo, es muy fácil entender la naturaleza política de esta “Internacional”, viendo quienes la apoyan y la conforman.
De sus fundadores poco podemos decir que ya no se sepa. Por un lado tenemos a Yanis Varoufakis, conocido por su penosa actuación como ministro durante la crisis en Grecia, máximo exponente de la bancarrota de la socialdemocracia europea, que ahora con su organización DiEM25 se empeña en defender cosas como la “democratización de Europa” promoviendo la paz social y la coexistencia pacífica con la oligarquía europea.Y por supuesto, Bernie Sanders, la cara “rebelde” del reformismo en los EEUU, dedicado a engañar a los obreros estadounidenses para volver a legitimar a los demócratas y evitar la aparición de un verdadero movimiento revolucionario en Norteamérica.
Entre algunas de las personalidades que apoyan esta “Internacional”, también tenemos a Noam Chomsky, conocido por su teoría sobre la gramática generativa, pero sobre todo por su activismo “anarcosindicalista” totalmente postrado ante el reformismo más rancio de los EEUU; Alicia Castro, actual embajadora de Argentina en Rusia (anteriormente en Reino Unido y Venezuela), fiel defensora de la presidencia de los Kirchner en Argentina y guardiana del capital chino-ruso y su proyecto de expandirse por toda Latinoamérica (en concreto su papel en el grupo de los BRICS); y otros como Katrín Jakobsdottir, ni más ni menos que la Primera Ministra de Islandia. No podía faltar tampoco la muestra de apoyo de Rafael Correa, máximo exponente del fracaso reformista, que se convirtió en un garante de la dominación chinorusa en Ecuador y pretende reivindicarse como revolucionario, o Alvaro García Linera, segundo de Evo Morales y portavoz del socialismo del siglo XXI en todo el mundo, un representante directo del revisionismo más putrefacto en Bolivia.
La lista sigue y sigue: Naomi Klein, escritora de “La doctrina del shock”, una intelectual que mantiene una pose “crítica” pero de apoyo al fin y al cabo a los demócratas en EEUU; Fernando Haddad, que compitió por la presidencia de Brasil contra Bolsonaro en 2018 por el Partido de los Trabajadores; y en el caso español, los partidos Compromís y Esquerra Republicana de Catalunya han decidido unirse a este proyecto, es decir, representantes directos de la burguesía participan de la Internacional Progresista.
En su council encontraremos periodistas, representantes de ONGs ecologistas o feministas, personalidades públicas como diputados, representantes de Estado, etc. Lo más cercano al mundo “obrero” son sindicatos amarillos como el Sindicato Independiente de los Trabajadores del Reino Unido, totalmente ligado a los laboralistas y la patronal. Sabemos que el sindicalismo de por sí es reformista, pero solo hay que ver el peso que le dan a la lucha sindical al lado de otras como el ecologismo o el feminismo, para comprender su conexión si quiera con el día a día de los trabajadores. Los oportunistas de nuestro siglo no tienen ni la necesidad de aparentar una pose “obrerista” para engañar a la clase obrera.
Para acabar, veamos cuales son los puntos programáticos de esta internacional:
“Aspiramos a un mundo que es: Democrático, donde el pueblo tenga el poder de dar forma a sus instituciones y sociedades”.
¿Acaso el pueblo puede “dar forma a sus instituciones y sociedades” si no es a través de la lucha de clases? Esto es una declaración de intenciones: quieren que convivamos con nuestros verdugos, como si fuese posible que nuestro poder y el suyo no fueran hostiles entre sí.
“Descolonizado, donde todas las naciones determinen su destino colectivo libres de opresión.
Pacífico, donde la violencia de la guerra sea sustituida con la diplomacia de los pueblos”.
Otra reivindicación con una forma aparentemente revolucionaria, pero vacía en el fondo, ya que no señala causas ni remedios. ¿Cómo podemos acabar con la opresión nacional o con la guerra sin una lucha frontal contra el imperialismo? Las palabras de la diplomacia y el respeto no valen de nada si no van acompañadas de una denuncia y lucha constantes contra el imperialismo. El proletariado es el primer interesado en que no haya guerras, pero debe apoyar todas las guerras que le sirvan para avanzar en su lucha, que son las guerras contra el feudalismo y el oscurantismo, las guerras de liberación nacional, y la guerra por la toma y la defensa del socialismo. La paz solo es posible acabando con el imperialismo, por los medios que haga falta.
“Justo, que repare la desigualdad en nuestras sociedades y los legados de nuestra historia.
Igualitario, que sirva los intereses de muchas y no sólo de pocas personas”.
Las desigualdades en el capitalismo son inevitables y cada vez van a peor, son un producto directo de la sociedad de clases. Sin hablar de lucha de clases, sin organizar la acción transformadora de todo el proletariado, es imposible avanzar hacia esa justicia e igualdad de la que hablan. Invisibilizar esto, hablando de “mayorías y minorías”, “sociedades”, etc. solo sirve para criminalizar a los verdaderos revolucionarios; para enterrar la lucha de clases y anteponer otras luchas sin sentido alguno.
“Liberado, donde todas las identidades disfruten los mismos derechos, el reconocimiento, y poder.
Solidario, donde la lucha de cada uno sea la lucha de todas y todos.
Pluralista, donde la diferencia sea celebrada como una fortaleza”.
Esta es la máxima expresión de la decadencia que caracteriza a esta gente, ¿quién conforma esas identidades? ¿Quién son todas y todos? ¿También reconocen como aliados a los grandes empresarios, a los banqueros, especuladores…, es decir, a la clase dominante? Sí, la respuesta es obvia. ¿Debemos celebrar esa diferencia como una “fortaleza”? ¿Pueden disfrutar de los mismos derechos, reconocimiento y poder? No, eso supondría entregar la revolución, nuestra lucha no puede ser también la lucha de quien nos oprime. Para acabar con la explotación del hombre por el hombre, necesitamos fulminar la resistencia de esa minoría reaccionaria, es necesaria la dictadura del proletariado. Querer dar voz y derecho a “todos” es un eufemismo para defender la libertad de la burguesía para mantener su régimen de opresión y explotación. Solo es posible la liberación social a través de la lucha de clases.
“Sostenible, que respete los límites planetarios y proteja a las comunidades en primera línea.
Ecológico, que ponga a los seres humanos en armonía con su hábitat”.
Su alternativa a los combustibles fósiles no es otra que pedir inversión a favor de energías renovables, o sea, posicionarse a favor de los grandes monopolios “verdes”, que antes invertían en la producción energética más contaminante. No quieren acabar con el capitalismo, quieren apoyar a una nueva generación de parásitos y su imagen de “nuevo rico comprometido con la sociedad”.
«Poscapitalista, que recompense todas formas laborales mientras se elimina el culto de trabajo”.
Este es sin duda el culmen del programa político de la Internacional Progresista. ¿Qué es para ellos el poscapitalismo? ¿Qué propuesta tienen para superar el capitalismo actual? Ninguna, porque no existe, ellos solo quieren conquistar un capitalismo de rostro humano, algo imposible que solo sirve para retrasar la verdadera transformación de la sociedad, la revolución socialista. Solo el socialismo se presenta como una verdadera solución para todas las contradicciones del sistema actual. El papel de esta Internacional no es otro que legitimar el sistema, embellecerlo para criminalizar a quienes realmente luchan por la emancipación de nuestra clase.
Ha quedado claro que la Internacional Progresista está destinada al fracaso, a coordinar de manera desastrosa a oportunistas y traidores de todos los colores y países. Su programa ambiguo y alejado totalmente de cualquier postura de clase es otra manera de desviar la atención de los problemas reales de la clase obrera, además de un insulto al legado histórico de la Internacional Comunista que puso en pie de guerra a todos los obreros del mundo en su lucha por la emancipación, por la conquista del socialismo. Es prioritario que los comunistas volvamos a crear una verdadera Internacional que sirva para unir la lucha del proletariado mundial, que ponga contra la pared a los explotadores de todo el mundo y haga posible la destrucción del sistema capitalista, la conquista del socialismo.
César López
Fragmento extraído de la revista teórica De Acero nº17, si quieres leer y/o descargar la revista completa pincha aquí.