La lucha de clase del proletariado adopta las tres siguientes formas: la económica, la política y la ideológica.
La lucha económica persigue como objetivo defender, principalmente, los intereses profesionales de los obreros; es decir, la elevación del salario, la reducción de la jornada de trabajo, el mejoramiento de las condiciones de trabajo, etc. Las huelgas, parciales y generales, constituyen el arma más importante en la lucha económica del proletariado. Históricamente, la lucha económica representa la primera forma de la lucha de clase del proletariado. En todos los países, los obreros comienzan a luchar defendiendo sus intereses económicos. Y en esta batalla, surgen las primeras organizaciones del proletariado, los sindicatos, que han sido para la clase obrera la escuela de la lucha de clases.
Bajo el capitalismo de nuestros días, la lucha económica por las reivindicaciones diarias de los obreros, por la elevación del salario y el mejoramiento de sus condiciones de trabajo, reviste una gran importancia para la clase obrera. Esta lucha, sin embargo, no puede hacer que la clase obrera se libre de la miseria.
Bajo el capitalismo, es inevitable la depauperación relativa y absoluta de la clase obrera y de todos los trabajadores. La depauperación relativa de la clase obrera se manifiesta en que desciende la participación de la clase obrera en la renta nacional, en tanto que aumenta, por el contrario, la de los capitalistas. Junto a la depauperación relativa, se opera la depauperación absoluta de la clase obrera. Como ha dicho Lenin, bajo el capitalismo «el obrero se empobrece de un modo absoluto, es decir, va haciéndose más pobre que antes, se ve obligado a vivir peor, a alimentarse más pobremente y a comer menos, a vivir estrechamente en sótanos y buhardillas». [1]
En la época del imperialismo, se intensifican tanto la depauperación absoluta como la depauperación relativa de la clase obrera y de todas las masas trabajadoras; ello es consecuencia de la ley económica fundamental del capitalismo moderno. El capitalismo monopolista ya no se contenta con una ganancia media, sino que exige la ganancia máxima.
En la época de la crisis general del capitalismo, se ha vuelto crónico el paro forzoso en masa, lo que permite a los monopolios reducir el salario de los obreros que trabajan. Poniendo en práctica un «sistema para exprimir el sudor» de los trabajadores, los capitalistas intensifican el rendimiento de los obreros, haciéndoles «sudar conforme a todas las reglas de la ciencia». La norma de explotación del trabajo se eleva considerablemente, a consecuencia de ello. Según los cálculos de los economistas, el obrero norteamericano trabajaba para sí, en 1950, poco más del 20 por 100 de su jornada de trabajo; cerca del 15 por 100 de la jornada lo invertía en sostener a los empleados a sueldo del capitalismo y el 65 por 100 restante de la jornada trabajaba para el capitalista. [2] La dominación de los monopolios permite al capitalista fijar, altos precios y expoliar a los trabajadores no sólo en tanto que productores de mercancías, sino también como consumidores de éstas. Los capitalistas recurren, asimismo, a la inflación y a los impuestos para desvalijar a los trabajadores. Las concesiones parciales, que los proletarios arrancan a los capitalistas en épocas de prosperidad o auge de la vida económica, suelen verse revocadas por los mismos capitalistas al cambiar las circunstancias, o reducidas a cero con el aumento de los impuestos y la inflación.
Pero del carácter inevitable de la depauperación relativa y absoluta de los trabajadores, bajo el capitalismo, no se deduce, en modo alguno, que la lucha económica del proletariado sea infructuosa. Los obreros, al luchar contra los atentados rapaces del capital, no sólo defienden su existencia misma, sino que contribuyen al desarrollo progresivo de la sociedad. Al pelear por la reducción de la jornada de trabajo y por el alza de los salarios, el proletariado impide a los capitalistas que multipliquen sus beneficios elevando la plusvalía absoluta, es decir, prolongando la jornada de trabajo; los capitalistas se ven obligados a recurrir a la elevación de la plusvalía relativa, a lo que se llega reduciendo el tiempo de trabajo necesario mediante la intensificación del trabajo y el empleo de una técnica más perfeccionada. La clase obrera, de este modo, fuerza a los capitalistas a renovar la técnica, a la par que, con la lucha económica, se organiza para abordar las históricas tareas revolucionarias que tiene planteadas. Si los obreros no lucharan contra las aspiraciones rapaces del capital, acabarían convirtiéndose, como ha dicho Marx, en una masa amorfa y pasiva de hombres extenuados, condenados a la suerte desastrosa de los indigentes. «Si los obreros se rindieran cobardemente en sus colisiones diarias con El Capital, acabarían por perder, sin duda alguna, la capacidad de iniciar movimientos de mayor envergadura». [3]
Los proletarios, librando sus batallas económicas contra El Capital, organizándose en sindicatos y con una certera y firme dirección de clase, pueden oponer resistencia a los embates de los patronos contra su nivel de vida y mejorar, en cierta medida, las condiciones en que tienen que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. Ahora bien, para que el proletariado se libere de la explotación, tiene que luchar por abolir las relaciones económicas mismas, que le obligan a vender su fuerza de trabajo.
La lucha económica no constituye la forma fundamental y decisiva de la lucha del proletariado.
La experiencia histórica demuestra que el proletariado sólo puede lograr un mejoramiento radical en su situación económica, destruyendo el sistema capitalista de economía. Hace más de siglo y medio que el proletariado lucha, en Inglaterra, por la elevación de los salarios y por el mejoramiento de sus condiciones de trabajo. Y no obstante, cabe preguntarse: ¿ha conducido esta lucha a la liberación de la clase obrera inglesa? Es evidente que no. Al seguir a los líderes sindicales reformistas y limitarse a la lucha económica, el proletariado inglés se ha visto forzado a seguir uncido al yugo de la explotación capitalista.
En Rusia, el proletariado, dirigido por el Partido Comunista, desplegó, a la par que la lucha económica, una lucha política encaminada a derrocar el Poder de la burguesía y establecer su propio Poder político. El resultado de ello está a la vista: es la plena liberación económica de la clase obrera y de todos los trabajadores. Los trabajadores del país del socialismo, libres ya de la explotación capitalista, mejoran continuamente, año tras año, su situación material y elevan su nivel cultural.
Por tanto, con la lucha económica exclusivamente no es posible abolir la explotación capitalista; para ello, se requiere la lucha política del proletariado, dirigida a la conquista del Poder político, y, una vez conquistado, a conservarlo y consolidarlo. La lucha política expresa los intereses vitales del proletariado; es, por tanto, la forma superior de la lucha de clases.
Cuando la lucha económica se libra al margen de la lucha política, se crea en los obreros una conciencia tradeunionista; es decir, la conciencia de sus intereses económicos, exclusivamente. Cuando la clase obrera lucha políticamente, bajo la dirección del Partido marxista, se forja en ella una verdadera conciencia proletaria, de clase, basada en la comprensión de sus intereses vitales, comunes a la clase en su conjunto. Por eso Lenin y, siguiendo sus enseñanzas, los comunistas, se oponen a los intentos oportunistas de limitar la actividad del Partido proletario al campo de las relaciones económicas entre los obreros y los patronos. Lenin ha enseñado al Partido del proletariado a ir a todas las capas de la sociedad, a hacerse eco de todas las manifestaciones de opresión y arbitrariedad, violencia y abuso, procedentes de los explotadores, y a crear una conciencia política, no sólo en los obreros, sino en todos los oprimidos. Lenin hace hincapié en que el ideal del dirigente activo del Partido proletario no debe ser el secretario tradeunionista que se limita a defender los intereses económicos de los obreros, sino el tribuno popular, que sabe infundir a los obreros la conciencia de la misión histórica universal del proletariado, jefe de todos los trabajadores y explotados.
La lucha de clases del proletariado sólo es una lucha auténtica y consecuente, llevada a sus verdaderos términos, cuando abarca el campo de la política, y cuando, por otra parte, la lucha política no se circunscribe a simples reformas dentro de los marcos del capitalismo. Poniendo al desnudo la diferencia radical que media entre la concepción marxista de la lucha de clases y la concepción liberal, que tiende a reducir, a empequeñecer esta lucha, limitándola a la lucha por reformas aisladas, Lenin ha escrito: «El marxismo considera que la lucha de clases se desarrolla en su plenitud, que de verdad es una lucha «nacional», solamente cuando, siendo una lucha política, destaca en la política lo más esencial de todo: la estructura del Poder estatal». [4] Sólo quien hace extensivo su reconocimiento de la lucha de clases a la aceptación de la dictadura del proletariado puede considerarse marxista.
La dictadura del proletariado no puede llegar a conquistarse sin llevar a cabo una lucha ideológica. En la sociedad capitalista, la clase dominante pugna tenazmente por imponer su ideología burguesa a los obreros. La ideología burguesa dominante se difunde a través de la escuela, la iglesia, la prensa y el arte, inoculándose en los obreros por todas sus condiciones de vida en la sociedad capitalista. El Partido del proletariado debe luchar por liberar a los obreros de las ideas y prejuicios burgueses, por inculcar la ideología socialista en las masas proletarias.
Para que la lucha espontánea de clases se transforme en una lucha consciente es condición indispensable que el Partido marxista infunda la ideología socialista al movimiento obrero, que los obreros tengan clara conciencia de su misión histórica de enterradores del capitalismo y creadores del comunismo. El desarrollo de la gran industria capitalista conduce, necesariamente, a la concentración de la clase obrera y contribuye a su unión y organización. Pero, para que el proletariado sea capaz de derrocar al capitalismo, no sólo debe constituirse como clase, sino que debe, además, tener conciencia de sus intereses de clase cardinales. Debe transformarse, según la expresión de Marx y Engels, de clase en sí en clase para sí, y ello sólo puede lograrse mediante la fusión de la teoría del socialismo científico con el movimiento obrero.
Sin teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario. La teoría socialista marxista constituye una guía revolucionaria para el movimiento obrero.
Mientras éste no se guíe por la teoría revolucionaria; mientras gran parte del proletariado se halle bajo la influencia de la ideología burguesa y pequeñoburguesa, no podrá sacudirse el yugo del capital.
Por ejemplo, la fundamental debilidad del movimiento obrero de los Estados Unidos reside en que la mayoría de los obreros norteamericanos no han logrado liberarse de la influencia ideológica y política de la burguesía. William Z. Foster, presidente del Partido Comunista de los Estados Unidos, ha escrito: «La desgracia de los obreros norteamericanos está en que no han comprendido aún, ideológicamente, la lucha de clase que ellos mismos sostienen. Esta incomprensión de los obreros respecto de la posición que su clase ocupa en la sociedad capitalista norteamericana constituye una de las más grandes ventajas de los patronos». [5]
Las clases explotadoras y sus agentes en el seno del movimiento obrero, los dirigentes de los socialistas de derecha, están muy interesados en oscurecer la conciencia de clase del proletariado, en desviarlo ideológicamente de sus metas, en minar su fe en sus propias fuerzas, en la posibilidad de que el socialismo triunfe en todos los países. En nuestra época, en que el capitalismo se acerca a su fin y entra en la fase de su hundimiento, en que cobra auge la lucha revolucionaria del proletariado en los países capitalistas y se fortalece el movimiento de liberación nacional en las colonias, la burguesía reaccionaria, con ayuda de los dirigentes de los socialistas de derecha y de los dirigentes reaccionarios de los sindicatos reformistas, se esfuerza por inocular en el espíritu de la clase obrera la ponzoña de la duda, de la desconfianza en sus propias fuerzas, calumnia sistemáticamente a los comunistas, a los países del campo socialista, y entona loas al capitalismo. La lucha del Partido revolucionario del proletariado contra la ideología burguesa adquiere, en estas condiciones, una importancia extraordinaria. Sólo a base de la ideología revolucionaria del marxismo-leninismo, puede llegar a superarse la escisión ideológica existente entre los obreros y asegurar la unidad de la clase obrera. Y la unidad revolucionaria de la clase obrera constituye la condición indispensable para que ésta pueda alcanzar la victoria sobre todos los explotadores.
La fuerza de la lucha de clase del proletariado estriba en su capacidad para saber combinar todas las formas de dicha lucha: la económica, la política y la ideológica.
Konstantinov
Notas:
Título original: Las formas fundamentales de la lucha de clase del proletariado. Apartado 4 de El materialismo histórico, publicado en 1957.
[1] V.I. Lenin, Obras completas, ed. rusa, tomo XVIII, página 405.
[2] M. Smith, La situación de la clase obrera en Estados Unidos, Inglaterra y Francia después de la Segunda Guerra Mundial, traducción rusa, Moscú, 1953, página 148.
[3] C. Marx y F. Engels, Obras completas, edición rusa, tomo XIII, página 147.
[4] V.I. Lenin, Obras Completas, 4ª edición rusa, tomo XIX, páginas 97-98.
[5] W. Foster. El ocaso del capitalismo mundial, edición en lenguas extranjeras, Moscú, 1951, página 83.